La posible victoria de Israel en Eurovisión 2025 en Basilea estuvo a punto de convertirse en un punto de inflexión histórico para el festival. Israel, representado por Yuval Raphael y su tema «New Day Will Rise», rozó la victoria al lograr 297 puntos del televoto y situarse como segundo clasificado, solo superado por Austria. De haber ganado, el certamen habría enfrentado una crisis sin precedentes, desatando reacciones geopolíticas, fracturas institucionales y un debate global sobre la compatibilidad del evento con conflictos armados.
Una sede imposible tras la victoria de Israel en Eurovisión 2025: el fantasma de Tel Aviv 2019
La primera consecuencia habría sido la elección de Israel como sede en 2026, reviviendo la polémica de 2019, cuando el festival en Tel Aviv generó protestas masivas bajo el lema «Boycott Eurovision». Organizaciones como BDS ya habían denunciado en 2025 que la participación israelí era un «lavado de imagen» para distraer de los crímenes en Gaza. De haberse materializado la victoria, al menos 15 países –entre ellos Irlanda, Portugal y Bélgica– habrían evaluado su retirada, siguiendo el precedente de Rusia en 2022.
La Unión Europea de Radiodifusión (UER) habría afrontado presiones para replicar la expulsión aplicada a Rusia, pero su historial de permisividad con Israel –como aprobar letras con «metáforas» sobre el conflicto– sugiere que no lo habría hecho. Esto habría profundizado la percepción de doble rasero, ya denunciada por 79 exconcursantes, incluida Blanca Paloma, en una carta que exigía la exclusión israelí.
El sistema de votación bajo fuego cruzado
El triunfo de Israel habría puesto en entredicho el sistema de votación. Yuval Raphael obtuvo el 58% de sus puntos del televoto, incluyendo 12 puntos de 13 países, muchos con diásporas judías influyentes (Francia, Alemania). Este patrón, similar al que llevó a Ucrania a ganar en 2022, habría reavivado acusaciones de «voto geopolítico», llevando a la UER a plantear reformas como:
– Limitar el peso del televoto al 40%.
– Excluir votos de países no participantes.
– Auditorías externas para detectar campañas organizadas.
Victoria de Israel en Eurovisión 2025: Reacciones en cadena, de las calles a las instituciones
La gala en Basilea ya registró incidentes: activistas de Youth Demand intentaron sabotear la actuación israelí con pintura, y RTVE desplegó un rótulo con «Paz y Justicia para Palestina» tras ser amenazada por la UER. Una victoria israelí habría escalado las tensiones:
– Manifestaciones masivas: Siguiendo el modelo de las protestas pro-Palestina en universidades occidentales.
– Boicot mediático: Televisiones públicas como la británica (BBC) o la noruega (NRK) podrían haber omitido la retransmisión.
– Respuesta diplomática: La UE habría enfrentado divisiones, con países como España y Irlanda presionando por sanciones a Israel.
El festival como campo de batalla cultural
Eurovisión 2025 demostró que el certamen ya no puede escapar de su dimensión política. Israel usó su participación como herramienta de soft power, con Yuval Raphael –superviviente de los ataques del 7 de octubre de 2023– y una canción que, pese a su tono esperanzador, fue interpretada como un símbolo de resiliencia nacional. De haber ganado, el festival habría quedado marcado como un espacio de confrontación, no de unidad, alejando a artistas independientes y priorizando narrativas estatales.
Conclusión: la victoria que evitó el colapso
La victoria de Austria con Wasted Love salvó a Eurovisión de una crisis existencial. Pero el segundo puesto de Israel dejó al descubierto grietas insalvables: la UER no puede seguir ignorando que su evento es un termómetro de conflictos globales. Si Israel hubiera ganado, el festival habría perdido credibilidad como espacio «apolítico», enfrentando deserciones masivas y cuestionamientos éticos. La lección es clara: o Eurovisión establece criterios transparentes para excluir a países en conflicto activo, o su futuro como símbolo de unidad europea peligra.
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